PRIMER PREMIO
EL ENCUENTRO DE SILVIA VÁZQUEZ
Anochece.
Lejos del clamor de las multitudes y los ruidos ensordecedores, camino lentamente.
Con la mirada perdida, doy vuelta a la esquina que me llevará directo a mi casa.
Me tropecé contigo casi sin darme cuenta.
El asombro se levantó como una lámpara que lo transforma todo.
No era posible este encuentro!!
Sin embargo, ahí estabas, extendiéndote en un abrazo, acariciando mis ojos, envuelto en una brillantez que se contraponía a la más callada oscuridad.
Consulto el reloj. Las agujas marcaban casi millones de horas que no te veía.
Mi cuerpo temblaba. la voz se quebró en mi garganta.
Nuestras miradas se cruzaron suplicantes. Papá, quedate conmigo!!
No me mires a través de los ojos de los muertos.
Vuelve a disfrutar las tardes de domingo. Gasta bailando tus zapatos.
Pide el último permiso y quédate aquí...
SEGUNDO PREMIO
OTRA REFALOSA DE MARÍA MARTA DONNET
A Hilario Ascasubi
Dicen que esa noche la luna hablaba y contó que también los abuelos habían sido esclavos.
Dicen que caminaban Glorioso y su padre buscando la fosa que habían cavado muy temprano en la hora del sol que anunciaba nudos de tiento y de mazorca.
Eran dos ánimas las víctimas de Hilario con una herida dibujada en sus pechos. habían estado ambos colgados del árbol triste y en sus vientres un sablazo justo sin exceso había abierto venas y arterias.
Y dicen que los dos refalaban en un charco rojo y que Hilario les habló al oído y que besando sus nucas los soltó.
De bruces Glorioso y su padre se lamieron la sangre. Las lenguas chorreaban.
El pardo liberto de los abuelos esclavos sonrió, ¿con enojo unitario?
Y fue entonces que cortó cueros húmedos. Y luego de rodillas ellos gatearon en la noche buscando una luna que hablara, y dos fosas a la espera.
TERCER PREMIO
SEX-AGENARIOS DE YOSY RODRÍGUEZ
Reí, no pude evitarlo. Me miró furioso.
Había un desafío en su forma posesiva de pararse, una promesa obscena en la habilidad de sus dedos al dejar caer la seda y el encaje.
Un aroma azul nos fue acomodando entre sábanas urgentes.
Respondí con mi piel al hambre de su instinto mientras saciaba mi sed en todas tus propuestas.
Respondí con mi piel al hambre de su instinto mientras saciaba mi sed en todas tus propuestas.
Las piernas entretejidas, los brazos desmesurados y mi lengua dibujando caracoles en sus muslos.
Nos volvimos vulgares en la forma de tocarnos y procaces en el modo de decirnos. Ahí estaba el amor, en la aureola húmeda del deseo, a dos labios de distancia.
De pronto se extinguió en el hueco frustrado de sus manos.
Dijo: - No te rías, mujer - Luego rió conmigo.
- Volvamos a ser amigos - rogó.
Y comenzamos a vestirnos.